Pero si hay un rasgo que define a este ser mitológico, ese
es, sin duda, el gran poder de seducción que se atribuía a su voz. El primero
en relatar esa cualidad terrible fue Homero, en cuyo célebre libro de La
Odisea, las describe como seres que “hechizan a todos los hombres que se
acercan a ellas”, puesto que aquel que escucha su voz “nunca se verá rodeado de
su esposa y tiernos hijos (…). Antes bien, lo hechizan estas con su sonoro
canto, sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos
putrefactos, cubiertos de piel seca”.
Esas voces eran lo que se conocía como el canto de las
sirenas, una terrible amenaza a evitar por los marineros de la Antigüedad
durante sus navegaciones por el Mediterráneo, pero una herramienta de marketing
en la Edad Media, cuando numerosas tabernas utilizaron la figura de la sirena
para adornar los carteles de las posadas, en la creencia de que así atraerían a
más clientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario